3.28.2006

Este cuento irá para un concurso .No sé si hago bien en mostrarlo pero es más fuerte el deseo que la especulación.Espero que lo disfruten.Fué fruto de una búsqueda como muchas de mis historias



FUGA Y MISTERIO





Tango, al decir de Borges, bailado contra un ocaso amarillo fuiste balada de locos y acompañaste su suerte, también chiquilín que vende sus vergüenzas en flor. La última grela vendrá tan sola y memoriosa a recordar un tiempo de angeles naciendo vivos ,muertos, o resucitados festejando tu música gurda, sonando.


Frente al espejo ennegrecido que le devolvía fraccionada una imagen de mina gastada en las casas de confianza, la Tero se preparó una vez más para una noche de baile, lujuria y violencia. Aplicó segura un lapicito negro que formó un lunar mentiroso cerca de su boca, remarcó también las cejas y un último toque de carmín encendió su cara. Se acomodó el corsé, deslizó sobre su piel la enagua de tafeta ,y enfundada en su vestido de siempre partió para el salón.
Lejos habían quedado, su pueblo de provincia, la rebeldía adolescente que en un momento la llevó a elegir , y una familia que jamás le reclamó nada pero tampoco se interesó por ella .
Por el camino, se aseguró con la mano de tener puestas las ligas. La llamaban la reina del bailongo, por lo tanto era la más buscada .Esas ligas hacían las veces de billetera, estirándose cada noche por dedos propios o ajenos
Un tranvía la sobresaltó con su estridencia mientras pensaba en la mishiadura, en esa pieza mugrienta del conventillo que apenas podía pagar y en la promesa del fulano que la venía chamuyando desde varias semanas. La Tero no se engrupía, tampoco era de apurarse, pero la guita del salón no alcanzaba. Sabía que su admirador alternaba los prostíbulos y el comité, pero no era mejor ni peor que todo lo que la rodeaba.

Como cada noche, entró al bailongo y se entreveró con sus colegas abandonándose en las cadencias de tangos y milongas. De allí partió para el café de La Pichona esperando encontrarlo. Ni siquiera sabía su nombre. Se perfumó con Rosa de Francia y esperó. Afuera, la noche se ocultaba detrás de una neblina espesa y los coches traían a los primeros clientes. A veces eran cajetillas que venían de lo de Hansen, en Palermo, a continuar la diversión con un poco de sexo. Otras, eran malevos con el bolsillo repleto de paco, dinero tramposo, producto de una noche de juego.
Ella ligaba siempre, pero tampoco esa entrada era suficiente. La Tero quería mucho más y si esa noche venía el fulano y le proponía algo, iba a agarrar viaje.
Una victoria frente al café, disipó con su llegada la niebla que insistía en quedarse. Se recortaron en la puerta dos figuras, ambas con galera y de igual altura. El brillo de dos facas deslumbró a los presentes desprevenidos. La Tero se apretó a su compañera sin entender. Movimientos mecánicos conformaron un duelo rápido, contundente, limpio y en buena ley. Los contrincantes sabían lo que hacían. Confrontando su bravura, asestaban puntazos a matar, sin titubeos. Semejando una danza brutal, este baile terminó con el desconocido en el piso, desangrándose.
Como sucedía casi siempre en estos casos , se aplicó el “aquí no ha pasado nada”. Al café no le convenían los escándalos, se limpió la escena y a otra cosa mariposa.
La Tero todavía estaba paradita junto al sillón en donde se esperaba a los clientes. Con los dientes apretados, los ojos abiertos del horror, seguía sin entender ,cuando una mano fuerte y caliente por la sangre alborotada la tomó de un brazo y la arrastró hacia la calle. La puerta abierta de la victoria facilitó los trámites y una vez adentro ,la voz enérgica del fulano ordenó al cochero que enfilaran para Posadas.
Las callecitas de Buenos Aires, ajenas, se escondían detrás de la niebla, que con su persistencia, las cubría como un encaje calado. La victoria las transitaba ocupada por una carga de silencios, caricias nerviosas y muchas preguntas que no salían de la boca de la Tero.
Al llegar a destino, el hombre descendió primero y le tendió los brazos a la que desde ese momento sería su querida. Ella respondió a la invitación. No era mina de hacerse rogar, y menos en ese momento tan soñado en las noches del conventillo.
Entraron a la casa, que a ella le pareció un palacete y ahí nomás, sin explicaciones hicieron el amor. Después, él la vistió con especial cuidado, puso a sonar un tango en la victrola y bailaron entregados a los quejidos del bandoneón, cara a cara y cuerpos sueltos, obedientes a la música que los maniató por un rato.
Me llamo Francisco Reyes, proclamó justo cuando el tango moría en un último acorde. Esta vez me la voy a llevar, le guste o no, replicó, apretándola fuerte contra su cuerpo. Usted ya es mía desde que la vi la primera vez, y chito con protestar.
Y que iba a decir aquella mujer, hecha de bailongo, mala vida y miseria. Debía confiar en que ese era su boleto al paraíso y tenía que agarrar viaje, tal cual se lo había propuesto.
El amanecer los encontró envueltos entre sábanas de seda. Perfumes de madreselvas se filtraban a través de las ventanas y flotaban junto a la orden pronunciada en voz alta ,que aún permanecía en la habitación.
La Tero volvió por última vez al conventillo, juntó sus pocas pertenencias, buscó a la dueña que recibió desconcertada algunos billetes bien planchados que cancelaban el mes de alquiler de la pieza y partió sin decir nada. Porque nada la ataba a ninguna parte. Su familia se había disuelto en el olvido. La noche que decidió abandonar su pueblo, su gente, sabía que nunca le perdonarían esa falta. También esa noche ella borró de su alma un montón de sentimientos en los cuales se incluían la nostalgia y el desarraigo pero sin embargo le quedó una especie de tristeza liviana e invisible que de vez en cuando le lastimaba el corazón.
En cuanto a Francisco Reyes no es mucho lo que se puede decir. Cuando comprendió que su cabeza no daba para el estudio, comenzó a frecuentar el comité, ahí podría hacer carrera solo con un poco de viveza y mucha labia. Le gustaba andar bien empilchado, siempre de galera negra, poncho sobre los hombros cuando la temperatura lo imponía ,el lengue blanco y almidonado, pantalones bombilla y botas relucientes. Era hombre de Yrigoyen y hasta ese momento, de manos limpias.
Esa noche en el café de la Pichona las cosas habían cambiado, la cana lo prendería de las pestañas en cualquier momento, tenía que ser rápido y discreto. Lo mejor era desaparecer por un tiempo y que mejor que una hembra como esa, de compañía. Total si la historia no funcionaba no le sería difícil desobligarse de la Tero.
Al concluir el trámite en el conventillo, ambos partieron, quizás en tren, hacia el interior, en donde se los tragó la tierra. Los periódicos mostraron por un tiempo las alternativas de un crimen misterioso, sin testigos aparentes, la desaparición dudosa de un tal Francisco Reyes, ciudadano que cumplía con sus deberes cívicos, del cual se había perdido el rastro. Por ella nadie preguntó, solo de vez en cuando un recuerdo débil de su compañera del café atraviesa el aire pero queda enredado en alguna glorieta perfumada.

3.09.2006

Kiska

Este nombre pertenece a los inuts mas conocidos como esquimales. Ella representa a una de las tantas mujeres sometidas que deambulan por allí, cuando lo escribí sentí que era una manera de recordarlas. disfruté mucho mientras lo escribía y de todo lo previo:investigar las costumbres de este pueblo. Aquí va

KISKA

Sueños blancos rondaban a una mujer desvelada que soñaba sin dormir. Las sábanas acompañaban su inquietud, envolviéndola varias veces, aumentando así la sensación de asfixia que la dominaba desde que se había unido a Fix. Sabía que luego del descanso debía irse a la choza de otro hombre. Otras mujeres lo hacían con naturalidad, sin cuestionarse nada, pero ella era diferente. Aunque había nacido en ese lugar donde el tiempo siempre era hostil, donde la piel endurecida recorría los espacios helados, donde el sol era poco conocido, donde todo era piel de foca y el fuego aliviaba todos los fríos, sabía que existía la libertad. Solo tenía que mantener con firmeza esos sentimientos que la ubicaban en un lugar apartado del resto.
Recorría con ojos enturbiados los leños del techo y las barbas de ballena que se asomaban entre las hendiduras, semejando cabellos apagados. Imágenes de otros tiempos se ubicaban como en una pantalla y se veía caminando en el verano, mas joven, con Fix a su lado canturreando cualquier cosa que le hiciera reír, en busca del alimento que escaseaba. También recordaba el día en que él se había enfrentado con cánticos insultantes a un grupo de muchachos que habían intentado seducirla.
Dejó de mirar hacia arriba y tocando su anillo de marfil siguió evocando. Fix lo había puesto en su dedo como símbolo de unión una tarde cuando flotaban en un kayac perdidos en un lago de cristal.
La mañana se aproximaba.
El chamán y su tambor le presagiaron negros augurios, pero prefería insistir en el pasado.
Los Inuit incluyen en sus regalos a sus mujeres, reservándose estas el derecho a negarse, pero el conflicto que originaría este rechazo hacia Fix, podía ser insoportable. Tan insoportable como Ler, el habitante de la choza lindera que la esperaba al comienzo del nuevo día. Si ella fuese más hábil no se plantearía esta ambivalencia. Podrían existir otras soluciones, ¿pero cuáles?.
El corto verano apenas había empezado. Podía intentar partir hacia el sur. Allí habitaban los Kalaallitt; se mostraron bastante amistosos cuando, en ocasión del comercio de pieles, ella y un grupo de familia los habían frecuentado por una semana. Quizás si se movía rápido podría escapar. Pero no, las grandes distancias la asustaban. Se repudiaba a sí misma por tanta cobardía. Seguía girando en su cama de pieles mientras la lámpara de cebo llenaba de sombras fantasmales la cálida alcoba.
Esa noche su compañero compartía otra cama, y eso también la perturbaba. Si ella no podía convivir con esas costumbres debía partir, pero ¿adónde?. Cualquier rincón sería lo mismo. Tanto en las islas como en el continente los Inuit vivían de esa manera y no de otra. Ella no podía cambiarlo.
La mañana estaba cerca.
Una punta filosa de marfil asomaba entre los enceres de la cocina. Un pensamiento funesto pasó un instante por su afiebrada imaginación. La muerte podía resolverlo todo. Era preferible antes que amar a otro. Se levantó excitada y sin temblar levantó el cuerno de marfil y lo orientó hacia su pecho, pero un segundo antes de clavarlo en su cuerpo rígido se detuvo, arrojó el arma improvisada y cayó junto a la lampara que alumbraba ajena y cómplice al mismo tiempo.
Volvió a la cama acurrucada y sin fuerza.
La mañana ya parecía golpear su puerta.
Ler debería estar esperándola. Fix no tardaría en llegar. Se incorporó lentamente, mojó la esponja en agua perfumada y la frotó sobre su piel, rodeó su cuello con adornos de pieles y colmillos, cepilló su pelo y se vistió.
Envuelta en una sumisa obediencia abrió la puerta y partió silenciosa.

3.05.2006

Ufa!!! Quise subir una foto mía y fallé , la prometo para la próxima.Estoy muy contenta porque pronto tendré mi página en la red. Se llama www.tintafresca.com. En ella promociono mis talleres virtuales.Serán de escritura creativa, narrativa, redacción de textos académicos y Corrección de tesinas.La escritura me envuelve en la mayoría de las actividades.Aún así sigue siendo misteriosa; cuanto más se sabe acerca de sus reglas uno siente que se aleja de la perfección.Paradójico,`pero me pasa. Desde que me dedico a dar los talleres he dejado de escribir ficción porque soy muy severa con la autocrítica . No sé como me animé a publicar aquí, tan a la vista.Siempre le digo a mis alumnos que la única manera de escribir es escribiendo asi que yo tengo que dar el ejemplo.Otro día la sigo . Chau

3.01.2006

Texto viejo , de mis primeras épocas.No podía despegarme de mis asuntos personales y convertirme en narrador. como me gusto lo comparto.

Cuando se acercaba el momento de jugar mi hermana y yo transformábamos nuestros brazos en cuatro viboritas quienes, hurgando en el cajón de los juguetes, se afanaban por conseguir algo especial.Búscabamos sentir la fascinación que nos producían aquellos juguetes que hacía mucho que no usábamos,Parecía que mamá nos los hubiera regalado en ese momento y los disfrutábamos como si fuesen nuevos.
Ahora,con la infancia tan lejana en mis recuerdos,trato de revivir esa sensación,descubriendo en las cosas cotidianas,rutinarias,conocidas,la magia del juguete nuevo.
Cuando lo consigo, logro un goze íntimo,que me permite alejarme de la realidad y subirme a la fantasía,dando vida a lo que no la tiene y redescubriendo el valor de las cosas viejas .