2.10.2006

FINAL Y DESPUÉS

Se la ve poco. Reparte sus días entre la biblioteca y su casa. Sus noches las ocupa el insomnio, que va ajando su piel y surcándola con las líneas que trae el paso del tiempo.
Fermín y Amadeus viven en Rosario; el primero ya cursa estudios universitarios. Gracias a su mamá y a un buen audífono, asiste a sus clases regularmente, destacándose no sólo como estudiante sino como un buen compañero.
El departamento que comparte con su hermano está siempre lleno de amigos.
Amadeus estudia música, fiel a su origen. Por supuesto que eligió dentro de las cuerdas su instrumento preferido.
Fermín padre ya no trabaja más en el campo. Vive de la jubilación y de los recuerdos, en un silencio que sólo rompen las calandrias que habitan el almendro del patio de su casa.
La Gumersinda tampoco habla. Parece un papiro egipcio, una hoja reseca y arrugada en donde se escribieron muchas historias, todas ardientes, tesoneras e increíbles. Todavía conserva la firmeza en el andar y en sus convicciones. Su cuerpo se resiste a declinar y aún hace suspirar a los paisanos que la conocieron en su juventud.
Su querido profesor de geografía la espera todos los martes a tomar el té. La acompaña con el gran amor que le tuvo siempre y que impidió que el pensara alguna vez en vivir con otra mujer. Juntos, evocan felices. Las únicas horas que la Gumersinda se permite ser como fue siempre; ese es el único lugar en donde la soledad no la acecha y Elbio se convierte en la única persona que escucha su risa, los sueños,las reminiscencias y la nostalgia de esta mujer tan singular.
Ella se complace en recordar sus experiencias amorosas; cada una le dejó algo. Hasta disfruta haciendo estadísticas y observando como se repetían ciertos patrones de conducta en los hombres. Intimamente se siente una especialista en el amor.
El la escucha paciente, y aún turbado como antes. De vez en cuando la abraza y la acaricia. Evocando a través de su piel hace presente las siestas compartidas, esa geografía de montes y llanuras húmedas que tantas veces recorrió perdiéndose en un placer infinito.
Ella está en paz. Nunca abandonó el pueblo. El pueblo a su vez se benefició con su presencia; prueba de esto es la biblioteca, que se despliega cada día para todos .Además, la población masculina tuvo siempre su cuota de amor.
Hasta Fermín consiguió cierto respeto público, al haber pasado de ser un sordomudo ignorado al único hombre que compartió todas las noches la cama de la mujer más famosa del lugar. Pero como la Gumersinda seguirá derramando su energía hasta el último minuto de su existencia, las buenas ideas la despiertan.
El día anterior se había asombrado al ver un documental en la televisión acerca de los zoológicos abiertos, es decir parques en donde los animales andan sueltos y pueden ser vistos por la gente desde vehículos especiales. En ese momento pensó que eso representaría un suceso turístico y un ingreso importante de divisas para la comuna. Al dormirse esa noche, procesó la información y al despertar, un nuevo proyecto sacudiría el tranquilo existir de esa localidad provinciana.
La Gumersinda volvería a hacer de las suyas.