1.21.2006

EL QUINTETO DE CUERDAS

Fermín padre y Fermín hijo intercambiaban señas diligentes mientras la Gumersinda leía ávida el diario del domingo Su nueva afición era el mundo del espectáculo. Por eso cada vez que una banda, elenco teatral, conjunto u orquesta típica llegaban al pueblo allí estaba ella. Primera fila, mirada seductora, pollera cortona y algunos de sus atributos más o menos a la vista eran las armas que usaba para la conquista. Siempre se salía con la suya y con alguna compañía masculina.
Este domingo en cuestión, un anuncio resaltado detallaba lugar fecha y hora de la actuación del Quinteto de cuerdas Schubert. La Gumersinda no era muy entendida en la materia. Años de matiné en el Club Social y Deportivo le acreditaban un cierto conocimiento de la música vernácula y otros tantos de meneo tropical agregaban la danza a su Curriculum cultural.
Pero esto de las cuerdas ya era algo más elevado, tal vez espiritual, pensó.
- Esto no me vendría mal. ¡Hace tanto que no voy a misa!
Prepararse para tan notable acontecimiento demandó entusiasmo e imaginación, ya que no sabía que tipo de caballeros iba a conocer. Como eran dos funciones en dos días diferentes quizás tendría tiempo de conocer más de uno.
Encerrada en su dormitorio, con algunos muebles antiguos y austeros como espectadores, elegía el vestido adecuado para ocasión y ensayaba algunas frases y poses.












refinadas.
Faltaban dos horas para el comienzo de la actuación del Quinteto y ansiosa se paró en la puerta del teatro para tener buena ubicación. Ya en el mejor palco, aguardaba la entrada de los músicos, fascinada de ver tantos instrumentos de forma parecida y distintos tamaños.
Desde ya que, además de cautivar al quinteto y aplaudir en los momentos inadecuados la Gumersinda había entrado sola y salía acompañada, saboreando de antemano la noche erótico musical que habría de pasar.
Al día siguiente repitió la ceremonia pero del brazo de otro caballero concluyendo sus romances con un beneficio adicional: un mejoramiento importante de su vocabulario. Durante varias semanas se la oía repetir términos como adagios, fugas, sonatas y contar como un señor sordo como su Fermín había compuesto una música encantadora. Sí, escucharon bien, encantadora, palabra nueva que le habían susurrado muy a menudo los artistas que la había "agasajado".
Esta nueva y fértil historia culminó nueve meses después, cuando otro gurí engrosó la lista de los habitantes del pueblo. Sólo que esta vez, un llanto melodioso, emulando un coro de ángeles, desbordó la sala de parto de la clínica zonal.