LA INAUGURACION
Unas semanas después de las gestiones de la Gumersinda en el Club Social y Deportivo ya estaba todo dispuesto para el viaje a Buenos Aires. Era el último trámite en la Comisión Nacional De Bibliotecas Populares. Firmar los papeles que permitirían el envío de los libros era algo que la excitaba; en realidad ese era su estado natural y permanente y el profesor de Geografía se había convertido en ese tiempo en el único depositario de toda su energía. Pasaban muchas horas juntos organizando la biblioteca y amenizando con cálidas relaciones, estrechaban cada vez más su amistad y de vez en cuando también sus cuerpos.
La estadía en la Capital les demandó sólo unas pocas horas. Demás está decir que si el viaje a Rosario la había fascinado, este la conmovió totalmente; le sacó la modorra que se instala en los pueblerinos y que permite verlos sentados en las puertas de sus casas, con las miradas perdidas u otras veces curiosos ante la llegada de algún foráneo que salió a pasear en domingo buscando algo diferente de lo que ve habitualmente en su ciudad. Así, despierta, llegó a su Piñeiro natal , con la alegría de comenzar una etapa nueva, ajena a su realidad pero buscada, deseada.
La transformación de la Gumersinda era evidente, pero había cosas que no cambiaban. Durante los preparativos de la inauguración de la biblioteca, algunos de los artesanos que participaron en el armado de las instalaciones, recibieron como paga extra los favores de la contratista. Ella no sabía que su fama aumentaba y trascendía los límites del pueblo, ya que se comentaba en el bar de Anselmo, que un funcionario de la comuna de una población cercana, vendría pronto a requerir el “asesoramiento” de la Gumersinda para armar una biblioteca en el centro cultural y de paso conocer personalmente a esa mujer tórrida y enajenada de la que tanto se hablaba.
El día esperado se despliega soleado y tranquilo. Narciso, el presidente del club, aplasta con sus pasos la alfombra de su oficina, ensayando una y otra vez el discurso de apertura de la ceremonia. La Gumersinda acicala a sus hijos, quienes junto a Fermín se habían acostumbrado a vivir a la sombra de ese sol grandote que habitaba en la casa. Elbio, nervioso, revisa que cada libro esté en su lugar, que el equipo de sonido no falle y que su querida alumna no provoque ningún inconveniente.
Rosalía, la amiga incondicional, acomoda las sillas para los invitados. A las cinco de la tarde después de palabras emotivas, lágrimas contenidas y otras saliendo sin vergüenza, aplausos y risas, la Gumersinda cumple su sueño. La biblioteca comienza a funcionar.

1 Comments:
Pregunta ¿cuanto hay de encuentro entre personaje y autor? jejeje
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